El PETE

Desde que llegué a casa de Elsita el Pete me miraba fijamente como si fuera una estatua. No se movía para nada. Ahí estaba horas y horas sentado sin moverse y con sus ojos fijos hacia mi. Yo me sentía rara, él me miraba pero no era capaz de entablar un diálogo conmigo. Me daba rabia lo corto de genío, -igual que todos los hombres primerizos- me decía para mi interior.

Finalmente fuímos presentados, y ese era el problema, él era un caballero y si no existía presentación oficial aunque yo estuviera un año en Santiago jamás me dirijiría la palabra: "Pete", me dijo, ese es mi nombre, significa Pedro en alemán y me lo pusieron por alguién que se llama así y es alemán de Alemanía de verdad". Bueno... nos hicimos "amiguis", lo sarandeaba de lo lindo, le quería morder la nariz, las orejas, sacarle los ojos (esa es mi especialidad), pero era fortachón, bien hecho y no lograba mis intenciones. Al final terminaba extenuada y él como si nada, sin chistar, impavido, como una momia. Me dejaba que le hiciera lo que quisiera.

Les cuento para hacerle el cuento corto, que el Pete se vino conmigo a Iquique. Ahora esta acá en mi casa y ya sufrió la primera cirugía estética. Una noche mientras ellos veían una peli, sin darse cuenta yo disimuladamente "jugaba" con el alemancito bajo una mesa y lo sarandíe y lo sarandíe y lo requete sarandíe y como una Drácula de la sinhueso, le abrí el pescuezo y salieron sus tripas de relleno de peluche... si, si...( ¡Qué felicidad, lo había logrado!) y como una dama, muy fina que soy, me fuí a hacer tutito hasta el otro día. Nadie se dió cuenta hasta la mañana siguiente.

El pobre Pete ya fué surcido, bien surcido para que yo no le haga lo mismo nuevamente ( ...eso creen...) y lo echarán a la lavadora, ya que por mis días en Santiago está muy babeado el pobre chato. Sólo se que algún día Chile vencerá a Alemanía, ¡guau!